Siempre que leemos este título nos viene a la mente la típica película empalagosa de amor, que siempre evitas ver porque muchas veces son fantasiosas o demasiado irreales o simplemente… no la tragas. Yo pensaba lo mismo antes de verla, ahora me parece una maravilla de película, de estás de las que piensas “ya no se hace cine así”.
Es una película dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por él y por Meryl Streep. La película es una maravilla por los actores que tiene. El ritmo se hace cada vez más suave, pausado, logra crear una atmósfera intimista pero sin agobios ni besuqueos excesivos.
Por lo que respecta al argumento no voy a comentar nada, más que nada porque haría pensar a la gente que lee esto una cosa que realmente no es. Si, es una película de amor, pero las películas no triunfan por su argumento (que a veces ayuda) sino por el feeling que se da entre el espectador y la película, por los pequeños detalles, por las miradas, por el tono de voz de los actores, los roces y los movimientos de los personajes, el ritmo y la sensación de que todo marcha acorde. Es ese pequeño universo que se crea dentro de la película y que te absorbe el que hace que una película triunfe.
En esta película Meryl Streep se sale, sencillamente cada gesto que hace lo dice todo sobre su estado de ánimo, del mundo en el que está atrapada, de lo sola que se siente. Hace que te estremezcas y se te ate un nudo en el estómago, te pone, al igual que a los protagonistas, entre la espada y la pared. Son decisiones difíciles que hay que tomar. Y, mirándolo bien, excepto peculiaridades del argumento, es una situación bastante común en la actualidad. Se trata, en el fondo, de configurar tu vida y configurarte a ti misma.
Él le enseñó el mundo que existe fuera de las fronteras de su casa, e hizo que se descubriera a sí misma. Hizo que se re-descubriera como una mujer, mirándose delante del espejo y sintiendo dándose cuenta de lo que realmente es, una mujer guapa, una mujer con un mundo interior increíble. Él le hizo ver que hay mundo fuera de esa casa y que ella puede formar parte. Él le hizo ver que existe la libertad.
Pero es una encrucijada. Esos días lo fueron todo para ella. Sólo se muestra una cara de la moneda. Como decía Neruda, “es tan corto el amor y tan largo el olvido”. Eligiera lo que eligiera ambos sufrirían, pero eligieron lo que más daño provocó a ambos, eligieron sufrir para el resto de sus vidas, en vez de ser felices y comer perdices. Él le pide que se marchen juntos pero siempre hay algo que te dice que es mejor que no se fuercen las situaciones. Que es mejor que todo siga como hasta entonces, que es mejor que tus sueños sigan en tu mundo interior.
¿Y qué le queda a ella? Esos sentimientos, esas sensaciones que recorrían todo su cuerpo cada vez que él pasaba sus manos por su piel, sentimientos que en su momento eran indecibles, indescriptibles porque no había palabras suficientes para describir todo ese universo que estallaba delante de sus ojos, no podía acotarse al simple lenguaje humano. Era mucho más, no eran de este planeta humano.
¿Y qué le queda a ella? Sólo le queda enterrar todos los recuerdos, comenzar a echar arena encima y bajar al mundo terrenal, a su marido, a sus hijos a ”su vida hecha de pequeños detalles” , al anonimato, a ser una más en esa extensión de tierra perdida en medio de la nada, a seguir colgada para el resto de su vida de los sueños que nunca podrá llegar a realizar, a sacrificarlos por una vida “normal”, a que no chismorreen de ella, a que la sociedad siga imponiendo sus reglas, a lo establecido, a lo estándar.
¿Y qué le queda ella? La certeza de saber que aquello, por lo menos, pasó de verdad. Y la certeza de saber que hay otra persona en el mundo que también quiso una vez quererla para siempre.
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"Los viejos sueños eran buenos sueños. No se realizaron pero me alegro de haberlos tenido" |