viernes, 17 de septiembre de 2010

Esos felices zombies descerebrados

"Resultó que Málaga ocultaba cadáveres donde menos se esperaba..."


Un olor a putrefacción, una piel blanca con machas de coágulos negros y algunas venas verdes que echan raíces dentro de un cuerpo que ya no pertenece a este mundo…. Abres los ojos y tienes ese panorama. El miedo te invade y comienza a entrarte ese sudor frio y agobiante. No sabes qué hacer ni dónde meterte, miras a tu alrededor desesperado y ves piernas colgando de cuerpos y ojos en blanco, apuntando directamente hacia ti. Eso y un gran silencio acompañado de respiraciones entrecortadas. No tienes escapatoria, pronto serás uno de ellos. Bueno, si no puedes contra el enemigo, únete a él.

Le llaman los caminantes porque no tienen otro futuro más que ese, caminar.  Y claro está, de vez en cuando se zampan a algún humano al que la tensión, el miedo y el estrés han vencido. Pero ponte en situación. Imagina que no hay nadie en la calle. Ni ruidos de coches, ni contaminación, ni el chulo con su supercoche y la música a toda potencia utilizando tu calle a modo de “circuito de Mónaco”. Sí, suena bastante bien… Ahora en esas calles vacías, comienza a colocar cadáveres que andan. Cadáveres que andan y que huelen mal, que se pudren. Cadáveres andantes en putrefacción y ansiosos por comerte el cerebro o lo primero que pillen…

"Los caminantes" de Carlos Sisi es una novela ambientada en mi tierra malagueña, y la verdad es que cuando no para de mencionar las calles y los sitios de mi ciudad constantemente infectados por estos bichejos, el ambiente te va envolviendo poco a poco. Es una de los elementos más fuertes que tiene la novela para situarte, es un lazo de unión con el mundo real, algo que cambia el ambiente imaginario que uno se suele representar en la cabeza cuando lee literatura fantástica. 

La trama comienza desarrollando espacios concretos del tiempo  donde personas inconexas en una ciudad desolada se han quedado sin posibilidad de encontrarse o de siquiera saber si existen alguien más que esté en su misma situación. Es precisamente la necesidad de otras personas, la necesidad de alguien más, de alguna salida al terrible panorama y la necesidad sobre todo de supervivencia lo que lleva a todos estos personajes a ir avanzando por las calles y a estrujarse los sesos para encontrar una salida, un sitio donde sentirse seguros. Las historias de cada personaje van saltando de uno a otro, empezando desde sus vidas “antes de” y el terrorífico cambio al que se han visto expuestos.

Aislados en el centro, en la costa, en una iglesia… Todos llegan a la conclusión de que necesitan escapar. No saben hacia dónde, solo el destino dirá. Sus vidas se irán entrelazando por azar, a la vez que van aprendiendo las reglas básicas de supervivencia, imprescindibles en cualquier ataque de zombis (véase la película “Zombieland”), aunque hay veces que resulta difícil en situaciones extremas.

Pero el camino se ilumina con la fundación de un campamento base en el polideportivo Carranque, donde se crea una ciudad a escala, donde se comienza un poco a olvidar lo que era tu vida de antes y el miedo que la recorre ahora, donde cada uno tiene por supuesto su función y una misión que cumplir.

Y es que para luchar contra los zombis hace falta entrenamiento y esfuerzo. Pero no toda su atención apunta hacia los zombis. Hay algo más que está por encima de ellos. Una amenaza mayor. El los guía y ellos le siguen. Para él, el juicio final ha llegado y los pecados deben ser juzgados. Tiene su ejército particular y está convencido de que es el enviado de Dios para limpiar la tierra de impíos. Es como la peste porque va arrasando todos los edificios, calles y rincones con sus ojos llenos de poder y ganas de matar. 

Y por fin, el final, el gran descubrimiento. Lo que todos hemos siempre querido saber: por qué la gente se convierte en zombi, ese misterioso proceso. Con un rigor bastante científico, un médico logra adivinar cómo se pasa de ser una persona a ser un devora-cerebros. Y todo termina ahí... ¿o no? Por lo que sé, hay una segunda parte, o un segundo libro, "Los Caminantes: Necrópolis". El terror está servido. 






martes, 14 de septiembre de 2010

Poeta en Nueva York

Tomer Hanuka

Vuelo a mirar al pasado y a recuperar cosas sin terminar. Vuelvo a Lorca. Me tentó demasiado su Poeta en Nueva York colocado en esa estantería, tan limpio y blanco, llamándome con sus palabras. Cuando abrí el libro para ojear las primeras páginas no hubo marcha atrás.

En este caso me enganché bastante, su poesía está llena de empatía, de recovecos oscuros, de tristeza y de llanto, pero también de apoyo y de acompañamiento, de esperanza. No me lo esperaba. Me esperaba lo tradicional y me encuentro con la innovación y la vanguardia. 

En Poeta en Nueva York  se esconden sus poesías más oscuras y eclécticas. No es una poesía limpia y clara, llena de alegría y belleza, como ocurre por ejemplo con Rubén Darío. Es una poesía que cuesta leer porque utiliza todos los recursos a su alcance pero dándoles la vuelta, creando nuevos significados, intentando llegar más allá, innovando en la comprensión de los versos. Desnuda las palabras y les quita su significado para llenarlas con su mundo imaginativo y con su sensibilidad por la vida y por su alrededor.

Poeta en Nueva York significa tristeza y denuncia social, significa 2 mundos completamente diferentes y enfrentados, significa represión y significa echar de menos tus raíces y extrañar tu tierra. Por otro lado, no es una poesía con esos aires infantiles que enmarcaban sus poemas más tempranos con esa esencia andaluza de los campos de Fuentevaqueros y la Vega granadina, con esos elementos suyos tan característicos. Ahora todo es modernidad y cambio, ahora todo es un poco más triste pero igual de injusto como ha sido siempre la vida para él.

Se extraña de todo, porque para él, la vida puede ser maravillosa y no soporta que se derramen vidas en este mundo por razones triviales, que existan ojos que no se quieren quitar la venda, que haya muerte sin razón porque, al fin y al cabo, él era un vitalista. Ofrece un contrapunto e inyecta en cada verso sus rayitos de esperanza y está convencido de que el color volverá a la vida y con él regresará el orden.

Siempre mezcla la realidad con su mundo interior, y es entonces cuando él es, cuando no tiene telas que distraigan, cuando se expande sin muros. No es simbolismo lo que utiliza, sino la creación de un mundo nuevo y paralelo, sin ansias de conquista, sólo quiere ser y no quedarse en su imaginación.

Pero existen elementos, alusiones que formarán siempre parte de su universo. Las constantes referencias a la figura del niño, a lo femenino, al cielo con sus pájaros o las tradicionales bestias del campo andaluz salpican siempre todos sus renglones y le imprimen su sello personal.

Cuando leía a Lorca de pequeña pensaba que eso lo escribía un niño por esa capacidad de imaginación que tenía y esa visión de lo cotidiano tan concreta. Pero no era una persona con la cabeza llena de pájaros pues sabía que la vida era dolor también, porque la vida es sentir y sentir significa a veces, dolor y pena, rabia. Eso también está latente en toda su obra, ese dolor andaluz, tan barroco, tan “sentío”. Eso es lo que ha hecho en parte, la creación de su gran obra; esa dualidad, esa complementación entre lo bello y lo triste y el querer superarlo, el querer algo nuevo, el intentar ir más allá del bien y del mal (como diría Nietzche) fue lo que le empujaba a seguir escribiendo.