"Resultó que Málaga ocultaba cadáveres donde menos se esperaba..." |
Un olor a putrefacción, una piel blanca con machas de coágulos negros y algunas venas verdes que echan raíces dentro de un cuerpo que ya no pertenece a este mundo…. Abres los ojos y tienes ese panorama. El miedo te invade y comienza a entrarte ese sudor frio y agobiante. No sabes qué hacer ni dónde meterte, miras a tu alrededor desesperado y ves piernas colgando de cuerpos y ojos en blanco, apuntando directamente hacia ti. Eso y un gran silencio acompañado de respiraciones entrecortadas. No tienes escapatoria, pronto serás uno de ellos. Bueno, si no puedes contra el enemigo, únete a él.
Le llaman los caminantes porque no tienen otro futuro más que ese, caminar. Y claro está, de vez en cuando se zampan a algún humano al que la tensión, el miedo y el estrés han vencido. Pero ponte en situación. Imagina que no hay nadie en la calle. Ni ruidos de coches, ni contaminación, ni el chulo con su supercoche y la música a toda potencia utilizando tu calle a modo de “circuito de Mónaco”. Sí, suena bastante bien… Ahora en esas calles vacías, comienza a colocar cadáveres que andan. Cadáveres que andan y que huelen mal, que se pudren. Cadáveres andantes en putrefacción y ansiosos por comerte el cerebro o lo primero que pillen…
"Los caminantes" de Carlos Sisi es una novela ambientada en mi tierra malagueña, y la verdad es que cuando no para de mencionar las calles y los sitios de mi ciudad constantemente infectados por estos bichejos, el ambiente te va envolviendo poco a poco. Es una de los elementos más fuertes que tiene la novela para situarte, es un lazo de unión con el mundo real, algo que cambia el ambiente imaginario que uno se suele representar en la cabeza cuando lee literatura fantástica.
La trama comienza desarrollando espacios concretos del tiempo donde personas inconexas en una ciudad desolada se han quedado sin posibilidad de encontrarse o de siquiera saber si existen alguien más que esté en su misma situación. Es precisamente la necesidad de otras personas, la necesidad de alguien más, de alguna salida al terrible panorama y la necesidad sobre todo de supervivencia lo que lleva a todos estos personajes a ir avanzando por las calles y a estrujarse los sesos para encontrar una salida, un sitio donde sentirse seguros. Las historias de cada personaje van saltando de uno a otro, empezando desde sus vidas “antes de” y el terrorífico cambio al que se han visto expuestos.
Aislados en el centro, en la costa, en una iglesia… Todos llegan a la conclusión de que necesitan escapar. No saben hacia dónde, solo el destino dirá. Sus vidas se irán entrelazando por azar, a la vez que van aprendiendo las reglas básicas de supervivencia, imprescindibles en cualquier ataque de zombis (véase la película “Zombieland”), aunque hay veces que resulta difícil en situaciones extremas.
Pero el camino se ilumina con la fundación de un campamento base en el polideportivo Carranque, donde se crea una ciudad a escala, donde se comienza un poco a olvidar lo que era tu vida de antes y el miedo que la recorre ahora, donde cada uno tiene por supuesto su función y una misión que cumplir.
Y es que para luchar contra los zombis hace falta entrenamiento y esfuerzo. Pero no toda su atención apunta hacia los zombis. Hay algo más que está por encima de ellos. Una amenaza mayor. El los guía y ellos le siguen. Para él, el juicio final ha llegado y los pecados deben ser juzgados. Tiene su ejército particular y está convencido de que es el enviado de Dios para limpiar la tierra de impíos. Es como la peste porque va arrasando todos los edificios, calles y rincones con sus ojos llenos de poder y ganas de matar.
Y por fin, el final, el gran descubrimiento. Lo que todos hemos siempre querido saber: por qué la gente se convierte en zombi, ese misterioso proceso. Con un rigor bastante científico, un médico logra adivinar cómo se pasa de ser una persona a ser un devora-cerebros. Y todo termina ahí... ¿o no? Por lo que sé, hay una segunda parte, o un segundo libro, "Los Caminantes: Necrópolis". El terror está servido.