jueves, 24 de febrero de 2011

Valiente


¿Sabes esa sensación de darle un mordisco bien grande a la vida?
¿Sabes esa sensación de estar viviendo en plena revolución vital?
¿Sabes esa sensación de querer respirar tan fuerte que se rompa el aire?
¿S­abes esa sensación de querer besar a todo el mundo?
¿Sabes esa sensación de optimismo hormigueante por todo el cuerpo?
A veces, la tengo… Pero no se lo digas a nadie. 

martes, 8 de febrero de 2011

El descontento en las sociedades complejas



 La primera idea que me viene a la cabeza al pensar en el descontento es que existe un desacople, es decir, los deseos, las aspiraciones, lo que se espera o las metas marcadas (modernistas, ya se verá más adelante) no coinciden con la realidad, con lo que estamos viviendo, con el panorama actual. Profundizo y desarrollo un poco más esta idea:


Estamos expuestos a una tremenda complejización de la sociedad. No existen herramientas suficientes para obtener toda la información que circula por el mundo, no me refiero solamente a todo lo que ocurre en el mundo, a las noticias que suceden en el mundo, sino a nuestro alrededor, las personas más cercanas a nosotros, nuestro entorno, toda la adquisición de la información y su procesamiento conlleva un proceso cada vez más vasto y pesado; estamos en la era de la gestión de la información. Entre tanta información y el hastío que supone el no poder compilar toda ella (la que nos hace falta para vivir, la que deberíamos saber, la que nos resulta útil...) surgen recovecos e información sumergida, que a duras penas sale a la luz, y en donde las multinacionales capitalistas y la corrupción encuentran una buena tapadera para sus "negocios" aprovechando este estado de confusión ocasionado por la desinformación. La publicidad y los anuncios juegan en este tablero al mismo compás.

Se crea una especie nueva de hombre-masa, al igual que ocurrió en la época de la industrialización (en realidad, ¿todos estos procesos ocurren en todas las épocas históricas?¿todo es cíclico?). Surge y se crea el estrés, el síndrome del burn-out. La gente se pierde en la realidad. Echan mano de la falsa felicidad que ofrece la publicidad y el consumismo exacerbado, y todo alimenta la visión de un futuro pesimista.

La complejización de la sociedad trae igualmente problemas complejos que por sus magnitudes se piensa que cada vez uno tiene menos poder para influir en ellos y cambiar el rumbo de las cosas. La ética en la sociedad se diluye en todo este panorama y se manipula, se tergiversa, haciendo que el rumbo del sistema se pierda. El miedo y el terror inundan las visiones de las personas. Cada vez surgen más estudios e investigaciones en torno al miedo, es un tema muy interesante sobre el que quizá escriba algún día una entrada, pero mientras podéis leeros el libro de una de los sociólogos más influyentes en la actualidad que indaga los miedos y los riesgos del mundo actual: Ulrich Beck y su libro "la sociedad del riesgo"

Volviendo al descontento, un fenómeno que surge a nivel de los individuos es que se les atribuye más responsabilidades de las que éste realmente puede tener, una especie de concepción individualista de los problemas sociales. En realidad se echa toda la culpa al individuo, cuando los grandes problemas son generados a nivel global y no en lo local. 

Desde mi punto de vista, en realidad son problemas e incertidumbres que surgen de un cambio de paradigma: del modernismo al posmodernismo (aunque en realidad no es todo tan sencillo, se dice que realmente seguimos en el modernismo pero en su fase de replanteamiento... en fin, un caos paradigmático). El posmodernismo se instaura como pesimismo y horror vacui. Es el estado actual de la civilización, la circunstancia dada, la transición hacia otro estado de las cosas, el problema es que no se sabe a qué estado se irá, por el miedo al futuro, que crece como una bola de nieve. 


En el fondo, el descontento es un descontento con el modernismo, una aceptación del fracaso de las ideas modernas, de la fe en la ciencia y de las soluciones que íbamos a encontrar con ella. Pero más allá de esto, pienso que la historia es una continua experimentación social y un continuo descontento; se ponen en marcha unos mecanismos chapuceros de organización social, todo se sistematiza de una forma y cuando se encuentran los fallos y las consecuencias no esperadas se vuelve a cambiar el estado de las cosas. Pero el problema actual es que hemos llegado a un punto en el por un lado, las consecuencias no esperadas de nuestras acciones tienen una difícil solución, han llegado a un punto de no retorno. La degradación del medio ambiente está en una situación prácticamente insostenible. Por otro lado, estamos drogados con el sistema capitalista y la fe ciega en la ciencia, sabemos que está mal, pero seguimos confiando en estos sistemas de organización de nuestros mundos, seguimos enganchados, necesitamos nuestras dosis.

Necesitamos un cambio. Tengo amigas que dicen que no quieren tener hijos en un mundo en el que las sociedades son dementes totales y donde el sentido de la existencia nunca fue tan difícil de encontrar. La revista National Geographic encargó un estudio al investigador Dan Buettner el cual durante siete años investigó con lupa los puntos del planeta donde singularmente se concentraban una gran cantidad de personas centenarias. Su objetivo era adivinar cuáles eran las variables clave que hacían que una persona viviera más de 100 años. A esos puntos concretos del planeta los denominó "Zonas Azules"; concretamente eran 4: La isla de Okinawa (Japón), Loma Linda, (California), península de Nicoya (Costa Rica) y Cerdeña (Italia). La conclusión que sacó de todo el estudio fueron 9 variables, pero la más importante, la base de todo era la pertenencia a un grupo, un grupo social. La gente vive tanto tiempo por la forma que tienen de relacionarse en sociedad, porque tienen un sitio en la sociedad y sienten que aportan, que tienen algo que hacer en ella. Como le llaman en Japón, el ikigai.


Con todo esto quiero decir que el sentido o el rumbo de una persona en su vida es la base fundamental de toda sociedad, es lo que construye todo. En esas "zonas azules" no tienen un futuro incierto, no tienen esa sensación de que las cosas no marchan bien. Pero en nuestras sociedades líquidas parece que tenemos adicción a esta organización endémica de las cosas que nos ha llevado a un callejón sin salida. Por eso estamos gord@s (en el sentido más "macdonalizado" de la palabra), deprimid@s, insatisfech@s e infelic@s. Por eso estamos descontent@s.

Se bombardea día tras día a las personas haciéndoles sentir culpables por el hambre en el mundo. La cientificidad de la vida sigue imperando, a pesar de los fallos que se ha visto que genera. Si lo pensamos bien, el ataque a la "responsabilidad" de las personas no es más que los últimos coletazos de la culpa calvinista el remordimiento de no ser bueno con el prójimo, que son sigue atacando en la oscuridad. No tenemos todavía herramientas conceptuales para afrontar el nuevo estado de las cosas.  

Para todo el agobio sobre la responsabilidad existe la "solución": el consumismo, tema demasiado vasto para tratarlo aquí y del que ya he publicado alguna que otra entrada y que es mucho más complejo de lo que nos pensamos. 

Reflexiones sobre la primera sesión de clase que seguramente se enriquecerán con las próximas, aunque ya he descubierto más ideas sobre el descontento y cómo se genera pero ponerlas aquí sería un robo intelectual de mi profesor y de todos los compañeros de clase, vamos, les piratearía. Y eso es de gente mala (maldita Sinde).